sábado, 31 de mayo de 2008

Uatu: el Gran Otro en Marvel Comics

Como mencione en el artículo anterior sobre el Gran Otro de Lacán, el ensayo incluía una breve descripción de un personaje de Marvel Comics que se comporta de manera similar al Gran Otro.
Esta es la segunda parte de mi ensayo "ojepsE led odaL ortO la odinevneiB".

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Uatu: el Gran Otro en Marvel Comics

Como dije en la introducción, quiero, además de lo presentado anteriormente, describir el caso de Uatu, un personaje de Marvel Comics que cumple la función del Gran Otro, como un dato interesante.

El personaje fue creado por el escritor Stan Lee y el dibujante Jack Kirby. Apareció por primera vez en Fantastic Four #13 en abril de 1963. Uatu pertenece a los “Vigilantes” (The Watchers) una raza extraterrestre omnipotente e inmortal que, en un pasado distante, se posicionaron como los observadores de todo aquello que acontece en el universo. Uatu es el encargado de observar los sucesos que ocurren relacionados con la Tierra y el Sistema Solar.

En el pasado distante, los Vigilantes, creyendo que su tecnología superior debía pertenecer al universo, llegaron al Planeta Prosilicus e interfirieron con el desarrollo tecnológico y evolutivo de una especie joven, lo cual, posteriormente acabo en una desgracia que llevó a que toda la especie se autodestruyera. Horrorizados con este suceso, prometieron nunca interferir en ningún suceso y simplemente dedicarse a observar y documentar.

Los Vigilantes, siendo seres omnipotentes, tienen la habilidad de manipular la realidad en un nivel, por lo menos, local; además de grandes poderes mentales, físicos y de manipulación de la energía. Pueden cambiar de tamaño a voluntad y además, tienen la capacidad de observar múltiples Universos y Dimensiones a la vez, así como estar en diversos lugares al mismo tiempo.

En algunos comics, Uatu aparece como una figura narradora que se dirige directamente al lector del comic [1], y relata historias de Universos paralelos (esto también se puede ver en la serie de comics ‘What if…?’ en el cual narra las historias de mundos paralelos al del principal, Earth 616, de Marvel Universe),

En los comics, Uatu se aparece ante los personajes sólo en ocasiones en las cuales van a ocurrir sucesos importantes y trascendentales para la continuidad de la realidad. Estas apariciones son muy casuales, pero suelen ser avisos de que algo crucial está apunto de ocurrir. Su aparición ante los personajes suele ser muy corta, como simplemente presentarse ante ellos y desapareciendo sin decir ninguna palabra. Posteriores apariciones suelen ser como narrador, y son muy pocos los casos en los cuales ha roto el voto de sólo observar, interfiriendo en la historia.

Uatu es el Gran Otro que se puede ver (muy ocasionalmente), pero cuya aparición no presupone la supresión de la primera suposición fundamental, sino que se presenta como un aviso de que la mirada es más atenta.


[2] (Haz clic en la imagen para ver una versión más grande.)


Otro dato interesante es que en el año 2006 se publicó una serie de ‘What if…?’ en la cual el presentador era un nuevo “vigilante”, pero esta vez no como un miembro de la raza de los Vigilantes, sino como un hacker de otro Universo paralelo (aunque posiblemente de Earth 616¸ el Universo principal de Marvel, ya que ninguna de las historias que relata están relacionadas con los héroes de esa realidad) que descubrió una manera de acceder al Internet de otras realidades distintas de la suya y encontró varias historias de los superhéroes de la Tierra de dichas realidades. El nombre de este personaje era “Héctor Espejo” (¡curiosa coincidencia para el tema de este ensayo!).


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[1] Esta trascendencia fuera del comic se presenta como la ruptura de la “cuarta pared” (concepto del teatro proscenio. La cuarta pared es la barrera imaginaria a través de la cual los espectadores ven la acción del mundo de la obra teatral).
[2] Viñeta tomada del webcomic PvP Online, del 31 de enero de 2005.
http://www.pvponline.com/2005/01/31/jan-31-2005/




viernes, 9 de mayo de 2008

El "Otro" de Lacan desde el Otro Lado del Espejo

El siguiente artículo es la publicación en este blog de un trabajo presentado el año pasado para el curso Seminario Interdisciplinario: "Lacán, Lingüística y Arquitectura" llevado en la PUCP con el profesor Mario Montalbetti.

El trabajo incluía una breve descripción de un personaje de Marvel Comics cuyo comportamiento refleja la idea del Gran Otro, sin embargo, ese extra lo publicaré después, como un artículo aparte.

Por cierto, el ensayo lo titulé:

"ojepsE led odaL ortO la odinevneiB"

(completamente invertido, cosa que no puedo hacer acá)

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Introducción

El propósito de este trabajo es explorar el concepto de “el Otro” según lo dicho por J. Lacan. En este ensayo utilizaré ciertas ideas personales en cuanto al espejo, partiendo, en un inicio, desde lo que Lacan se refiere como la 'etapa del espejo’ y, posteriormente, desde mi propia perspectiva sobre el espejo como una cualidad irrepresentable y, a la vez, como una vía para “reconocer” al Otro.


Le stade du miroir

La primera contribución de Lacan al psicoanálisis fue lo que él llama el estado del espejo, que es el periodo en el cual el niño se ve en el espejo y se reconoce a sí mismo por primera vez como un ente individual separado de su madre. En este periodo el niño se descubre a sí mismo por medio de su reflejo. Posteriormente, Lacan afirmará que esta experiencia se repite a lo largo de la vida del individuo como una permanente estructura de la subjetividad.

El estado del espejo describe la formación del Ego a través de la identificación, siendo éste el resultado de identificarse uno mismo con su propia imagen reflejada. En el paradigma del Imaginario el individuo está permanentemente atrapado y cautivado por su propia imagen.

Sin embargo, el espejo tiene también una dimensión Simbólica, según la cual al momento posterior en que el niño se ha identificado a sí mismo por medio de su imagen, se vuelve hacia el padre, quien pasa a representar el Gran Otro, en un intento de ratificar su propia identidad.


El Gran Otro

Una de las observaciones de G. Wajcman sobre el origen de la arquitectura es que, en un tiempo mítico, la humanidad, al encontrarse en un espacio en el cual no había nada, se encontraba a plena vista de todos, es decir que, en ese espacio en donde no hay nada, “habita una mirada”. Ante esto Wajcman nos dice que existe una suposición fundamental: “algo nos mira”, y esta suposición la que nos hace buscar un refugio para escondernos de esa mirada.

Este “algo” que nos mira supone, en un principio, la mirada de las demás personas, es decir del “otro” (como semejante) y la arquitectura empieza con el propósito de escapar de esa mirada, refugiarse de ella, antes que ser un medio para protegerse: esta es la segunda suposición fundamental “hay un lugar en el que no soy visto”.

Sin embargo, existe otra entidad de cuya mirada no se puede escapar por la simple construcción de paredes. Lacan lo llama el “Gran Otro”, que es una alteridad radical; es un Otro que trasciende la “otredad” ilusoria del Imaginario, ya que no puede ser identificado. Es un Otro no visible que está inscrito en el Simbólico, junto con el lenguaje.

De esta manera, el Gran Otro es una entidad parecida al “Ojo de Dios”, que siempre está mirando y que cuya mirada escapa, tanto a los límites de la arquitectura, como a la mirada del individuo.

Alberti en su “De Pinctura” nos dice que la pintura es una ventana y solo cuando se ve el afuera se puede reconocer la distinción entre afuera y adentro. Brunelleschi, por su parte nos habla de la perspectiva y el punto de vista. Entonces, esa ventana es el lugar desde el cual se puede ver con la posibilidad de no ser visto. Asimismo, la idea mirar al que nos mira implica poder escapar de su mirada, en este caso, al no poder hallar al Gran Otro, no se puede asumir que se puede escapar de su mirada.

Sin embargo, hay una forma de “suspender” la mirada del Gran Otro (propuesta por Brian, un compañero de la clase), y es la de colocarse a uno mismo como si fuera ese Gran Otro, es decir “yo soy la mirada del Gran Otro”. Así, en cuanto a la arquitectura, la casa debe transformarse en una “cámara” para ver sin ser visto.

Aún así, hace falta un punto importante, y es la falta. Al campo visual siempre le falta ver algo: el punto de vista. Es decir que no podemos ver con aquello con lo que vemos, es decir que, aunque pudiésemos ver todo sin ser vistos, siempre habrá algo que escapará a esta mirada.

En el plano de la representación, la imagen tridimensional del espacio, en el campo visual se ve cortado por una representación plana, bidimensional.


El espejo como objeto irrepresentable

Uno de los propósitos de este trabajo es proponer al espejo como un objeto irrepresentable, tomo esta postura tomando en cuenta lo siguiente:

El espejo tiene la propiedad de reflejar imágenes de aquellas cosas que se ponen en frente de este. Al mirarse en un espejo, el individuo no “ve” el espejo, sino aquello que se refleja sobre él, aunque, en el plano de la percepción de la realidad, el espejo está presente como un objeto en sí mismo, a pesar de ser “invisible” a la vista.

En el plano de la representación, digamos en una pintura, el intento de representar a este objeto está limitado por su capacidad de reflexión. Un pintor que desee pintar un espejo tendrá que, en principio, copiar las imágenes que en el cuadro se pongan en frente de este, aunque el espejo mismo, como objeto estará representado por un marco, en el cuál éste estará colocado.

Más allá de ese marco que “contiene” al espejo, la imagen reflejada pasará a ser simplemente la representación de los objetos que se reflejen en él, de manera invertida. Si en dicho cuadro, el espejo refleja objetos que se pueden ver en el mismo cuadro, las imágenes reflejadas pasan a ser una doble representación, o, de cierta manera, una segunda representación de la representación representada en el cuadro.

Ser espejo, entonces, pasa a ser, en sí mismo, una cualidad de un objeto, mas no un objeto como tal. En otras palabras, la imagen en el espejo es mera representación de la realidad, en cuanto que un intento de representarlo reproduce la representación que el mismo espejo produce.

Imaginemos que nuestro pintor decide hacer un cuadro, esta vez no de un espacio en el cual hay un espejo con objetos en frente, sino del espejo mismo. Al momento de pintar sólo dibujará aquellas cosas que el espejo mismo refleje en el momento, más no a la propiedad de ser espejo. Un observador casual del resultado no podría distinguir, entonces, el espejo en el cuadro, mas sólo la reflexión de este. Incluso si deseásemos pintar un cuadro de un espejo, la propiedad no podría ser reproducida, puesto que la representación no sería capaz de lograr el efecto de reflexión (salvo quizás que la pintura que se usase tuviese la capacidad de reflejar, pero entonces, la representación sería el reflejo, y la capacidad de ser espejo sería propia del material, mas no del cuadro).


ojepsE led odaL ortO la odinevneiB

El espejo, sin embargo, tiene una interesante propiedad más. Como decía Lacan, constituye el primer momento en el que un niño se reconoce a sí mismo como un ente individual y a la vez permite el desarrollo del Ego, por un lado. Por otro lado, constituye un elemento a través del cual el individuo, subjetivamente, se reconoce constantemente a lo largo de su vida.

En la introducción mencioné que hablaría de mi perspectiva personal en cuanto al espejo, al igual que Lacan, considero que el espejo constituye un elemento esencial para el reconocimiento personal, pero a la vez, uno de introspección.

Acá entra mi idea de “el otro lado del espejo”: un individuo que se coloca frente a un espejo se encontrará, inmediatamente, con una representación de sí mismo, en la cual no es solo capaz de reconocerse, sino también de ‘juzgarse’. Al apreciar su propia imagen, reconocerse en ella, y más aún, aceptar que esta imagen “es” él mismo, el individuo comienza un estado en el cual se examina, en un principio, físicamente, y se juzgará por medio de su apariencia, reflejo de algún estado físico, anímico o emocional.

En el momento en que el individuo se juzga, está rompiendo la barrera de la imagen como representación, entrando en el plano de la imagen reflejada y devolviéndose la mirada. Este momento es crucial, puesto que el espejo le permite, en cierta medida, mirar lo que antes decíamos que el campo visual no podía ver: el punto de vista.

El individuo cruza al otro lado del espejo y se reconoce como ente no-representado, pues asume la postura de ser el mismo reflejo. Se vuelve su propio Gran Otro y produce un cambio más allá de la simple vanidad, adentrándose en sí mismo, en un acto de introspección[1].

Este acto de introspección revela no solo la imagen externa, sino una medición de la actitud misma del propio individuo. El individuo deja de ser él mismo momentáneamente y se vuelve la imagen que lo juzga cuidadosamente, entra en su mente y responde, incluso, a los pensamientos del mismo.

Se trata de un enfrentamiento entre una idea del “yo” ideal y del ideal del “yo” que tiene el individuo. El sujeto frente al espejo es el juzgado por el “yo” que ha atravesado, al otro lado. Este pasar al otro lado del espejo no solo supone la mirada tipo “Gran Otro” que el sujeto realiza sobre sí mismo, sino que además descubre esta mirada desde el punto de la introspección, es decir que es la propia mente del individuo (quizás su inconciente) quien juzga “externamente” al individuo.

Incluso podríamos tomar ejemplos de esta idea en películas o historias en las cuales se ve al reflejo del individuo respondiéndole o juzgándolo; o en las que salen a relucir aspectos profundos o escondidos de la persona en su reflejo, casi como otra personalidad u otra persona. Más aún, podría verse en los casos en los que las personas dicen “no podía ni mirarme al espejo”, cuando sienten culpa por algo que han hecho.

Lo que yo propongo en este ensayo es la idea de que la idea de ser constantemente observado (la primera suposición fundamental) proviene del mismo individuo que está conciente de las cosas que está haciendo, al mismo tiempo, el miedo de esta visión externa se plantea desde el propio inconciente del individuo que lo “observa” introspectivamente. Un sujeto-supuesto-saber, en función de las acciones de la persona misma. Quizás, hasta cierto punto, la idea de que el individuo, de lo único que no puede escapar, es de sí mismo.

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[1] Cabe aclarar que estoy tomado el caso en el que el individuo no solo se mira en espejo, sino que además se observa y se analiza.